Nada excede el compás encantado de tus rosas.
Nada irradia el sortilegio natural de tus cosas.
Nada se resiste a tu muy insigne belleza,
forjada a raudales a partir de tu gentil nobleza.
Nada explica tanto tu presencia tan hermosa,
como cuando elevando tus brazos ante Dios
por la paz te expresas,
... Y Él conmovido se da cuenta que le reza
la más altiva y dulce de las princesas.
MILMAYOS