martes, 23 de febrero de 2016

¡Amada!

Gracias siempre, ¡Amada, mujer!, por tu muy apacible y especial sensibilidad. Conocerte ha sido un sueño inimaginable hecho realidad, tu dulce mirada me ha enseñado el verbo amar a conjugar y también me ha hecho vivir, en su infinitud lo romántico de la vida y a tus sublimes empeños y a los valores humanos de tu ser a admirar, gracias por hacerme ver en la clara pureza de tus ojos, cuando he preciso vivir para amar, sin dejar nunca de soñar.

MILMAYOS

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